No hace falta recibir un cachetazo para saber que el amor, a veces duele, lastima.
No hace falta recibir un grito para saber que el amor, a veces se nos quiere imponer.
No hace falta estar encerrado para saber que el amor, a veces, coarta nuestra libertad, no nos deja ser, crecer, ni volar.
No hace falta la fuerza física para que el amor, a veces, se nos sea impuesto de forma agresiva, contra nuestra voluntad.
No hace falta llorar para que el amor nos duela.
Si duele, lastima, coarta, agrede, se impone, no es amor.
Amarse a uno mismo, para tener el valor suficiente de reclamar, luchar y conseguir ese amor verdadero que nos mecemos, y dejar a un costado lo que se disfraza de amor, y esconde tras de si, esa obsesión maligna que nos termina consumiendo, resumiendo, sometiendo.